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martes, 19 de febrero de 2008

Es la distribución del ingreso ¡estúpido!

Escribe Luis CASADO – 17/02/2008

En agosto del 2004 supimos que la deuda de los hogares chilenos aumentaba a un ritmo del 16% anual y alcanzaba la respetable proporción del 43,7% de sus ingresos anuales. Vittorio Corbo, presidente del Banco Central, declaraba: “En un escenario central de crecimiento económico eso es muy manejable”. Curioso.

Ante una situación similar en los EEUU, Lawrence B. Lindsey, de la FED, decía en 1994: “lo que parece, para todo el país, una de las épocas más fastuosas en el plano financiero parece, por el contrario, ser uno de los momentos más peligrosos a los que hayan estado confrontados importantes proporciones del conjunto de los hogares después de muchos años”.

En ambos países los hogares modestos habían sido objeto del mismo fenómeno: la adopción del crédito al consumo. Que se resume a resolver una demanda insuficiente, -determinada por salarios insuficientes-, gracias a la posibilidad de consumir en el presente lo que te quieren vender en el presente... pagando con tus salarios futuros.

Así inventaron el crédito al consumo. Para estimular la demanda. De paso te cobran una modesta tasa de interés inventando la usura. Uno de los vehículos privilegiados del endeudamiento del personal es un pequeño rectángulo de plástico conocido como “tarjeta de crédito”.

En el año de gracia de 2008 el endeudamiento de los hogares chilenos está en torno al 70% de su ingreso anual y el de los hogares estadounidenses alrededor del 120%. Se trata de un endeudamiento sin parangón en el planeta, comparable sólo al de los hogares ingleses, país en el que la crisis financiera en curso obligó algún banco a retirar cientos de miles de tarjetas de crédito.

Para transformar un pueblo normal en una nación de consumidores nada fue más eficaz que la noción de crédito al consumo.

Lo que precede puede explicar que los programas económicos de Hillary Clinton y de Barak Obama prometan proteger a los consumidores de las peores amenazas, incluyendo las “depredadoras empresas de tarjetas de crédito y las estructuras de prestamistas rapaces”.

Hillary y Barak “prometieron imponerse a las empresas de tarjetas de crédito que suben arbitrariamente las tasas de interés enviando las familias a una espiral de deudas”. Como lo oyes, de vez en cuando la pretendida omnisciencia del mercado termina por aparecer como lo que es, un mal chiste.

Mientras tanto, los nubarrones se acumulan en el planeta financiero. El jueves pasado Ben Bernanke le advirtió al Senado de los EEUU que las perspectivas económicas han empeorado, enviando las bolsas del mundo al purgatorio.

“Por la primera vez en la historia podríamos ir a una recesión con hogares que reciben un ingreso menor del que recibían la ultima vez que estuvimos en recesión” dice Jason Furman, un economista de la Brooklin Institution.

Al designar al Estado federal como la herramienta para suministrar servicios médicos, proteger a los consumidores y dirigir las inversiones en los sectores de la energía y de las infraestructuras, Barak y Hillary vuelven a poner en el tapete de la discusión el rol del Estado.

Algo impensable en la copia feliz del edén, en donde ni los servicios médicos, ni la protección de los consumidores, ni la energía, ni las infraestructuras escapan a la lógica del mercado que es tan “eficiente en la asignación de los recursos financieros”.

Y en donde, como en los EEUU, la distribución del ingreso sigue siendo tan regresiva como de costumbre.

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